¿Pagó un soborno? ¡Twittéelo!
Las nuevas tecnologías y los nuevos medios de comunicación han acelerado la velocidad de la transmisión de la información y su capacidad de ser tanto difundida como compartida, independientemente de distancias geográficas, culturales o económicas. Por Gabriel Cecchini, Coordinador del Centro de Gobernabilidad y Transparencia del IAE Business School.
Entre los nuevos medios de comunicación se destacan las omnipresentes redes sociales, aplicaciones y plataformas digitales que fungen como canales para que ciudadanos, grupos y organizaciones de diversa índole expresen sus quejas y denuncias sobre problemas de corrupción presentes tanto el sector público como en el privado. Los mensajes están dirigidos a audiencias diversas y se distribuyen de manera horizontal y democrática, con pocos intermediarios y escasa censura.
Entre los numerosos ejemplos de aplicaciones existentes, quizás el más notable sea el de “I Paid A Bribe” (“Pagué un Soborno”), una plataforma online y aplicación para smartphones creada en 2010 por Janaagraha, una organización sin fines de lucro de la India. La idea es simple: los ciudadanos pueden postear en el sitio web sus descripciones de pedidos de sobornos y otros hechos de corrupción a los que ellos se han visto expuestos en sus comunidades durante la realización de diversos trámites tales como la obtención de licencias de conducir o de un documento de identidad, permisos de construcción, etc.. De manera anónima, las narraciones de corrupción de numerosos ciudadanos en distintas regiones de la India quedan plasmadas en el muro de la página de web y permiten ir construyendo un mapa de la “pequeña” corrupción al explicar por qué, a quién y cuándo se pagaron sobornos.
Los ciudadanos pueden no solo dar cuenta que cómo tuvieron que irremediablemente “ajustarse” al sistema y pagar sobornos, sino que también tienen espacio para contar cómo dijeron “no” a la extorsión e incluso para destacar a aquellos funcionarios que, pese a la endémica corrupción, se comportan de manera íntegra. El modelo de “I Paid A Bribe” se ha replicado en, por lo menos, una docena de países como Pakistán, Kenia e incluso en Colombia, donde también los ciudadanos comunes tienen acceso a una plataforma simple y sencilla para publicar sus denuncias.
Si “I Paid A Bribe” es la plataforma para la corrupción minorista, las plataformas diseñadas por el blogger y activista político ruso Alexei Navalny están dirigidas a la gran corrupción. En efecto, entre muchas otras iniciativas de Navalny, se destaca “Rospil”, una plataforma diseñada especialmente para recibir denuncias mediante pruebas y documentos sobre grandes contrataciones o proyectos públicos que luego un equipo de abogados, que apoyan la plataforma, investiga y profundiza; las acciones de este sitio se acompañan de los contantes posteos de Navalny a través de su blog personal. Quizás el ejemplo más significativo de este singular activista digital sea el proyecto multiplataforma colaborativo “Enciclopedia de Excesos” lanzado a comienzos de año a través del cual expuso los sobreprecios y sobrecostos en los distintos proyectos de las Olimpíadas de Invierno de Sochi que se llevaron a cabo en Rusia. El portal entremezcla redes sociales, Google Maps y links dirigidos a las distintas personas que financiaron (y se beneficiaron con) estos diversos proyectos.
Muchas otras iniciativas de diferentes tamaños y propósitos podrían mencionarse aquí tales como las sesiones de “hackatones anti-corrupción” o maratónicas jornadas de 24 horas donde programadores y desarrolladores de aplicaciones se reúnen junto a expertos de integridad para crear nuevas herramientas innovadoras para encontrar soluciones a problemas existentes o las aplicaciones de “auto-ayuda”, como en el caso de “Making Ethical Decisions”, herramienta desarrollada por universidad en los EE.UU. que brinda una guía interactiva para la toma ética de decisiones ante la presencia de un dilema puntual de integridad.
Independientemente de si están dirigidas a grandes o pequeños hechos de corrupción, estas plataformas pueden esencialmente clasificarse de acuerdo a cómo procesan información: o bien están diseñadas para simplemente difundir denuncias, o bien tienen la intención expresa de recolectar datos a través del trabajo conjunto, coordinado y en red de diferentes actores que contribuyen con información (lo que se conoce en inglés como “crowd-sourcing”) para luego difundirlos y conformar potencialmente una comunidad de activistas que trascienda lo virtual.
El futuro de estas herramientas en sus diferentes formatos no puede ser menos que muy promisorio: día a día hay más cantidad de iniciativas de mayor calidad (Y existe aquí una gran oportunidad para América Latina donde el espacio para innovar y adaptar aplicaciones al contexto regional es todavía gigantesco). Todas estas aplicaciones sirven para empoderar a los ciudadanos, organizaciones y otros stakeholders que ya no quieren seguir siendo considerados o bien simples votantes que cada tanto eligen a un candidato, o bien simples consumidores que solo se preocupan sobre preferencias de productos o marcas. Lo que está en juego aquí es reconocer el carácter activo y comprometido del nuevo ciudadano digital que tiene a su alcance herramientas poderosas con las cuales controlar de cerca el correcto funcionamiento con integridad y transparencia de los gobiernos y de los mercados.
Gabriel Cecchini
Coordinador
Centro de Gobernabilidad y Transparencia
IAE Business School
gcecchini@iae.edu.ar
www.iae.edu.ar/transparencia