Gobierno: la integridad corporativa
Ramón Puedo se refiere a la implantación de programas para la protección de la integridad corporativa como una práctica corriente entre las grandes compañías del mundo. Una experiencia de la que debería valerse, según el autor, el grupo de trabajo sobre gobierno corporativo, presidido por Manuel Conthe, que deberá hacer público en breve su código unificado, una serie de recomendaciones a las compañías españolas sobre gobierno.
Recientemente, se publicaba Integrity Survey 2005-2006. Se trata de un estudio basado en consultas a varios miles de empleados estadounidenses, realizado por la firma KPMG, y cuyo objetivo es conocer la percepción de los consultados sobre el clima ético en las compañías. La primera edición del estudio fue publicada en el año 2000 y los resultados eran desalentadores; tres de cada cuatro empleados consultados consideraban que los códigos de conducta de sus organizaciones no eran tomados en serio. Casi el 50% de los consultados habían observado, durante el año anterior, conductas que, de ser conocidas, hubieran provocado una 'sustancial pérdida de confianza social en la compañía'. Aunque, en términos absolutos, la percepción de mala conducta ha permanecido constante en el periodo 2000-2005, los resultados en la nueva edición del informe son mucho más favorables en aquellas compañías que disponen de programas consistentes para la protección de la integridad y la ética corporativas.
En resumidas cuentas, estos programas establecen las estructuras y procedimientos necesarios para salvaguardar el cumplimiento de los códigos de conducta dentro de las organizaciones. En suma, tienen como objetivo prevenir la aparición, y en su caso facilitar la pronta resolución, de las malas prácticas relacionadas con el reporte financiero, los recursos humanos o el uso de activos de la compañía, por citar algunas.
Una característica básica de los programas para la protección de la integridad corporativa es que incorporan medidas para que los empleados puedan transmitir de forma anónima, confidencial y sin temor a sufrir represalias, conductas que resultan inapropiadas a la luz de lo dispuesto en los códigos y normas de conducta corporativa. Protegen a los denominados whistleblowers (denunciantes de actuaciones deshonestas). En los casos más destacables, como el de British Petroleum, estos programas son operados por un tercero externo a la compañía y administrados por una comisión dependiente del consejo de administración formada exclusivamente. Estos sistemas son ya corrientes entre las mayores compañías del mundo. En España, todavía en su infancia, se les ha venido a denominar centros de integridad corporativa o centros de ética.
Al parecer, estos sistemas son efectivos a la hora de cumplir con su objetivo de prevenir, y ayudar a curar, la aparición de malas prácticas en las organizaciones. De acuerdo al Integrity Survey 2005, los empleados de compañías que cuentan con programas de integridad corporativa manifiestan observar menos conductas inapropiadas, especialmente aquellas que podrían comprometer la confianza en la compañía de sus grupos de interés: empleados, accionistas, ONG o clientes, entre otros. Además, muestran una mayor confianza en la calidad del management, en la sinceridad del compromiso corporativo con la buena conducta y, además, sienten menos temor a la hora de dar la voz de alarma cuando observan malas prácticas. Como resultado, la prevalencia de la mala conducta es inferior en aquellas compañías que disponen de programas consistentes para la protección de la integridad corporativa.
Aunque en compañías como General Electric ya existían con anterioridad, estos programas se han generalizado a raíz de su inclusión en el Combined Code de gobierno corporativo británico o en la Sarbanes-Oxley Act de 2002. En esta última, en su sección 301.4, se establece la obligación de los consejos de administración de establecer canales que permitan a los empleados comunicar de forma anónima, confidencial y a salvo de represalias, malas prácticas de contabilidad, auditoría o control interno que hayan observado. Las mayores compañías del mundo han tomado conciencia de la capacidad de estos sistemas para extender dentro de las organizaciones una cultura de respeto y cumplimiento de las normas. Las compañías más avanzadas amplían el alcance de los programas de integridad a asuntos que van más allá de lo dispuesto por Sarbanes englobando el conjunto de los asuntos incluidos en los códigos de conducta.
Se va acercando la fecha en la que el grupo de trabajo sobre gobierno corporativo, presidido por Manuel Conthe, deberá hacer público su código unificado, sus recomendaciones a las compañías españolas. Sería deseable que estas recomendaciones considerasen la posibilidad y la oportunidad de recomendar a las compañías cotizadas la implantación de procedimientos para la salvaguarda de la integridad corporativa, incluyendo mecanismos para el reporte anónimo, confidencial y sin temor a represalias, de malas prácticas corporativas. La experiencia internacional, y su eficacia para extender una cultura de respeto a las normas de conducta, así lo aconsejan. Otros ya los recomendaron hace tiempo. La leyenda dice que Jack Welch, al ser preguntado por el motivo de implantar un sistema similar en General Electric, sentenció: 'La luz del sol es el mejor desinfectante. También en las compañías'.
(Fuente: Cinco Días)