COP30: Un llamado a la acción para las empresas
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático (Conferencia de las partes, COP por sus siglas en inglés) tuvo su edición número 30 en Belém, Brasil entre el pasado 10 y 21 de noviembre. Alrededor de 60.000 delegados de gobiernos, sector privado, emisores de estándares y la sociedad civil se hicieron presentes. Siendo la primera vez que una COP tiene lugar en territorio indígena, alrededor de 5.000 participantes de pueblos indígenas tuvieron su mayor representación desde el inicio de las Conferencias.
Esta COP no fue solo otra conferencia climática: fue un recordatorio contundente de que el tiempo para actuar se está agotando. Marcando el décimo aniversario del Acuerdo de París y conocida como la “COP de la implementación”, esta edición buscó pasar de las promesas a la acción, integrando dimensiones de clima, naturaleza y sociedad, y acelerando el financiamiento para adaptación.
Los casi 200 países reunidos enviaron una vez más el mensaje de que la transición hacia economías bajas en carbono no es opcional, es inevitable. Para las empresas, esto no es únicamente un desafío, sino una oportunidad para liderar el cambio.
De la ambición a la acción
Las conversaciones durante COP30 se centraron en la implementación real, con decisiones que buscan cerrar la brecha entre ambición y acción. Aunque los resultados de la negociación no alcanzaron la urgencia que exige la ciencia - en el texto final no se hizo mención a la eliminación gradual de los combustibles fósiles-, se sentaron bases importantes para acelerar la transformación.
Avances clave que las empresas deben conocer
Entre los hitos más relevantes de COP30 destacan:
- Lanzamiento del Acelerador Global de Implementación, diseñado para superar barreras a la inversión y ejecución de proyectos y escalar soluciones concretas.
- Triplicación del financiamiento para adaptación, vital para enfrentar riesgos físicos como eventos extremos y estrés hídrico.
- Creación del Mecanismo de Belém para una Transición Justa, que reconoce las diferentes realidades nacionales y busca equidad en el proceso.
- Nuevos programas para tecnología, género y resiliencia, incluyendo indicadores voluntarios para medir avances.
- Foco en adaptación, biodiversidad, salud y agua, reconociendo la interconexión entre clima, naturaleza y bienestar humano.
Además también se anunciaron procesos para desarrollar dos hojas de ruta críticas durante 2026: la transición hacia una economía libre de combustibles fósiles y la detención de la deforestación. Aunque en el acuerdo final no hubo consenso sobre un lenguaje firme para eliminar los combustibles fósiles, el hecho de que 80 países se comprometieran voluntariamente a trabajar en una hoja de ruta para la eliminación progresiva es un paso significativo que puede generar impulso real. También se destacó el crecimiento sostenido de las energías renovables, aunque persiste el desafío de inversión en redes de infraestructura.
¿Qué significa esto para los negocios?
El mensaje es claro: la transición energética se acelera y quedarse atrás implica costos reales. Las empresas deben prepararse para:
- Mayor escrutinio y expectativas de transparencia en planes de descarbonización y transición climática.
- Riesgos físicos crecientes que afectarán cadenas de suministro, infraestructura y costos operativos.
- Volatilidad regulatoria y de mercado en un escenario de transición desordenada (donde distintos países tienen regulaciones climáticas que avanzan a diferentes velocidades).
Pero junto a los riesgos, emergen oportunidades estratégicas para quienes actúen temprano:
- Invertir en energías renovables y eficiencia para reducir costos y exposición a riesgos físicos y de transición.
- Desarrollar soluciones de adaptación accesibles (gestión hídrica, cultivos resilientes, energía modular).
- Integrar la resiliencia climática en la estrategia corporativa, no solo como tema ESG, sino como prioridad de negocio y así preservar y crear valor.
Liderar en tiempos de cambio
COP30 no resolvió todas las brechas, pero envió señales inequívocas: la acción no puede esperar. Los compromisos de políticas climáticas presentados por los países durante la Conferencia, indican que el mundo se dirige a un calentamiento de 2,5 °C hacia finales de siglo, lejos del 1,5 °C necesario para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Si no se actúa con decisión el costo de la inacción será cada vez más alto, tanto para los negocios como para la sociedad. Las empresas que aceleren su transición y fortalezcan su resiliencia estarán mejor posicionadas para prosperar en esta nueva realidad.
El momento de actuar es ahora. No se trata solo de cumplir objetivos climáticos, sino de asegurar competitividad, credibilidad y valor a largo plazo. De cara al futuro, las expectativas de acción global se centran en:
- Mayor concreción en la eliminación de combustibles fósiles, pasando de compromisos voluntarios a mecanismos vinculantes.
- Escalamiento masivo de energías renovables, acompañado de inversiones en redes eléctricas y almacenamiento.
- Integración profunda de naturaleza y clima, con metas claras para detener la pérdida de biodiversidad y evitar la deforestación.
- Innovación en financiamiento climático, incluyendo instrumentos que movilicen capital privado hacia adaptación y resiliencia.
- Mayor presión sobre transparencia corporativa, con estándares globales más estrictos para reportar riesgos y planes de transición.
- Integración de la inteligencia artificial para acelerar y eficientizar iniciativas climáticas.
Para las empresas, el 2026 será una prueba de liderazgo: quienes anticipen estas tendencias y actúen hoy estarán mejor preparados para un entorno regulatorio más exigente y un mercado que premia la sostenibilidad, pudiendo demostrar resiliencia y la creación de valor en sus modelos de negocio en un mundo con reglas cambiantes.
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