Una mirada a la nueva economía circular
Esta nueva tendencia propone a los procesos de producción prestar atención a la sustentabilidad del producto en todas las fases de su ciclo.
Mire por un instante su teléfono celular inteligente (seguro lo tiene a mano). Ahora, imagine por un momento que usted va a utilizar ese mismo celular por el resto de su vida. Que nunca más lo va a cambiar. ¿Sería esto posible? Sí, pero sería una verdad en partes. Gracias a nuevos parámetros de reducción de impacto ambiental, los teléfonos tienen cada vez un porcentaje más alto de componentes reciclables, y los viejos aparatos que antes eran sólo residuos, se transforman en materia prima para la fabricación de nuevos modelos. De ese modo, por poner sólo un ejemplo, el coltán de los microchips de su flamante teléfono podría ser el mismo mineral que el de su viejo y ralentizado aparato anterior. Bienvenidos a la era de la economía circular.
En 1976, el arquitecto y economista Walter Stahel acuñó en un informe de investigación para la Comisión Europea, la expresión “Cradle to Cradle” (de la cuna a la cuna) haciendo referencia a un enfoque de “bucle cerrado” para los procesos de producción industrial que dejara atrás la tradicional cultura del desecho de la “cuna a la tumba”.
Pero antes, mucho antes, existió el antecedente más remoto de la economía circular. En la década del 20 (cuando no) la empresa Michelin puso en marcha un sistema de arrendamiento de sus neumáticos para flotas de camiones que ofrecía a los clientes mantenimiento, mejoras y recambios a lo largo de toda su vida útil hasta el momento final, en el cual la empresa recogía los neumáticos y reutilizaba el caucho en nuevas ruedas.
Antes de entrar en esta nueva fase circular, a esta manera de producir también se la denominó “Análisis del Ciclo de Vida del Producto”. La economía circular propone a los procesos de producción prestar atención a la sustentabilidad del producto en todas las fases de ese ciclo: diseño, producción, logística, consumo y gestión de residuos.
La economía circular es antes que un nuevo modelo industrial (que lo es), una construcción filosófica alrededor de la noción de límite. Advierte que el capitalismo está cerca de tocar cuatro de sus temidas fronteras: el limite extractivo, el límite de consumo, el límite energético y el límite en sus residuos.
Como consecuencia de haber traspasado estos límites ahora la humanidad está pagando costos altísimos: pérdida de la biodiversidad, deterioro de los ecosistemas, contaminación de fuentes de agua dulce, islas de plástico flotando en los océanos y la espada de Damocles del cambio climático pendiendo sobre la cabeza de las futuras generaciones.
De algún modo, la construcción teórica de la economía circular está fundada en un paso de mímesis. Su postulado central es que “en la naturaleza no hay desechos” y que los procesos industriales deben, por tanto, imitarla.
“En una verdadera economía circular, el consumo solo se produce en ciclos biológicos eficaces; por lo demás, el uso sustituye al consumo. Los recursos se regeneran dentro del ciclo biológico o se recuperan y restauran gracias al ciclo técnico. Dentro del ciclo biológico, distintos procesos permiten regenerar los materiales descartados, pese a la intervención humana o sin que esta sea necesaria. En el ciclo técnico, con la suficiente energía disponible, la intervención humana recupera los distintos recursos y recrea el orden, dentro de la escala temporal que se plantee”, de acuerdo a la definición de la Fundación Ellen Mc Arthur.
Se basa en tres principios centrales:
1- Preservar y mejorar el capital natural: controlando existencias finitas y equilibrando los flujos de recursos renovables. Un ejemplo de ello lo constituye el abono realizado con residuos orgánicos.
2- Optimizar el uso de los recursos: rotando productos, componentes y materiales con la máxima utilidad en todo momento, tanto en los ciclos técnicos como en los biológicos. La empresa Patagonia, por caso, fue pionera en proponerle a sus clientes un servicios de reparación de prendas dañadas que extiende su vida útil. Cuando la ropa ya no puede usarse, la empresa la recibe y recicla sus materiales.
3- Fomentar la eficacia del sistema: revelando y eliminando externalidades negativas. Cuando una empresa o un usuario residencial reduce su consumo energético o una fábrica mejora la calidad de sus vertidos, fomenta la eficacia del sistema.
Europa ha tomado la delantera y la Comisión Europea ha publicado en 2015 una Directiva sobre Economía Circular que anima a los países miembro a dar financiamiento a iniciativas de economía circular y fijar marcos normativos que la promuevan. La UE hace foco principalmente en la transformación de los residuos en energía como una manera de hacer a su economía menos dependiente del petróleo.
En junio de 2017 la British Standards Institute (BSI) lanzó una Norma para la Economía Circular denominada “BS 8001: 2017: Marco para la aplicación de los principios de la economía circular en las organizaciones”. El flamante instrumento no será certificable y es el primero en su tipo a nivel mundial.
Esta nueva tendencia no está sostenida solo en motivaciones filantrópicas o ambientales. Poderosas razones de mercado convergen para darle impulso.
De acuerdo con datos dados a conocer durante el último Foro Económico Mundial de Davos, el actual modelo económico de “tomar-usar-desechar” extrae aproximadamente 65.000 millones de toneladas de materias primas al año, de las cuales el 80% termina como desecho. Se trata de un crimen ambiental que implica además una pérdida económica de aproximadamente 2,5 trillones de dólares por año.
La Fundación Ellen MacArthur y McKinsey han llegado a la conclusión de que adoptando los principios de la economía circular, Europa puede aprovechar la inminente revolución tecnológica para generar un beneficio neto de 1,8 billones de euros de aquí a 2030.
“Los sectores de productos complejos de duración media de la UE, la posibilidad de ahorros netos anuales de costes de materias asciende a 630.000 millones de dólares en un escenario de economía circular avanzado. En el caso de los bienes de consumo de alta rotación, calculamos un potencial adicional de hasta 700.000 millones de dólares en todo el mundo”, según datos de la misma fundación.
Regresando a nuestro ejemplo inicial, se sabe que el costo de la refabricación de los teléfonos móviles podría reducirse en un 50 % por dispositivo si la industria fabricase teléfonos más fáciles de separar, mejorase el ciclo inverso y ofreciese incentivos para devolver los teléfonos.
Ya existen empresas que han nacido con el concepto de economía circular en su ADN. Fairphone, es una empresa social holandesa que se propuso fabricar un teléfono inteligente cuyos componentes sean en 100% reciclables, libres de minerales en conflicto (social y ambiental) y diseñado a través de módulos que permiten su reemplazo y extienden su vida útil. Además, en claro contraste con el resto de la industria, Fairphone afirma que sus teléfonos son fabricados por proveedores que le garantizan buenas condiciones laborales.
Las empresas más “tradicionales” como Apple están recogiendo el guante. En su último reporte de sustentabilidad anticipa que para 2020 sus productos utilizarán exclusivamente materia prima renovable o reciclada, y que los productos en desuso serán acopiados a través del programa de reciclaje Apple Renew para volver a reutilizarlos y reciclarlos.
Pero no sólo de residuos vive la economía circular. El modelo también propone otro tipo de acciones como el uso compartido de bienes que derive en la utilización de menos recursos. El extraordinario crecimiento de iniciativas que facilitan compartir automóviles y viviendas como Uber y Airbnb van en dicho sentido. Y, claro está, en el futuro seguirán creciendo nuevas aplicaciones que usaremos en nuestros teléfonos inteligentes…reciclados!
(Autor: Alejandro Langlois)
Añadir nuevo comentario